Me gustan los atardeceres. Mucho. Y mucho más aún en la playa, cuando el sol desaparece en esa linea infinita que alguien llamó horizonte, justo donde el cielo y el mar se dan la mano (
se dan un beso hubiera quedado muchísimo más cursi).

Es un momento especial. Sin duda un sentimiento tan particular se lo debo a Las Flores. Allí es casi un ritual. No importa cómo ni desde dónde se lo mire, siempre es único. Con mate en la hamaca paraguaya, con cerveza en la terraza del Club, con jugo de naranja en el cerro San Antonio...